15/3/11

DESTRUCCIÓN MASIVA: LOS ACOSADORES

Por motivo de salubridad laboral, convivo con mascarillas, guantes de látex y geles antisépticos, que suponen una barrera eficaz contra virus, bacterias y hongos, aunque nunca infalible. Ahora, he decidido añadir al ajuar una máscara de gas que suponga una barrera eficaz contra malos humos, confabulaciones, persecuciones, mentiras, vilipendios, desprecios y miseria humana, tampoco infalible. Si me reconoceís, no es que acabe de salir de una fiesta fetish, es que estoy currando.
Nunca me he sentido acosada, porque igual que carezco del gen de la envidia, carezco del sentimiento subjetivo que determina el sentimiento de acoso. Por eso, me ha costado mucho identificarles, pero están ahí, son ellos, han llegado: Acosadores y Hostigadores, en definitiva otros Depredadores más. Y, no sé de qué planeta vienen, pero proliferan como las cucarachas y, como a ellas, no les afecta ni la radiciación.

Tampoco les afectan los sentimientos de los demás, carecen de empatía por completo y de autopercepción, hasta el punto de que el Acosador ni siquiera sabe que acosa, para ellos eres un bulto más, previsiblemente utilizable en aras de sus propios intereses, dinero y poder, nada emocional, no hay sufrimiento en sus miradas, ni amor, ni siquiera amor por sus hijos. Tienen pedigrí, y han sido falsos acusadores de generación en generación, da igual delatar a hermanos, que vecinos, pobres o ricos, porque su inquina es tan despreciable que ni siquiera tienen la capacidad de establecer estrategia alguna, pero sobreviven y se transmutan gracias a ella. Están manchados de sangre y no tienen ninguna escala moral por la que puedan mínimamente percibirlo, ni no creerse sus propias mentiras. De noche, duermen tranquilos; de día escrutan, buscando víctimas a las que culpar de sus crímenes y derramar más sangre, generalmente para engordar sus bolsillos. Falsificadores de una realidad que no tienen capacidad de gestionar. 

Son un desecho, pero se creen investidos de derechos. Por encima del bien y del mal, por encima de las propias leyes que ellos promulgan. Y así, ocupan sus holgados sillones, y gobiernan sus diminutos y paupérrimos feudos. Y su odio se incrusta en tus costillas. 

Alguna vez fueron niños o adolescentes, pero se replicaron, ahora creen ser ellos, creen ser humanos, pero ya no les queda humanidad, sólo mentiras y más odio. En definitiva, son replicantes y procede su destrucción masiva.

Y, como la máscara de gas no es infalible, a ello he añadido un lanzallamas (mucho más útil y efectivo).

2/3/11

PUTA MASOQUISTA

Un susurro... mientras me folla. Un susurro... mientras Se distancia y me viola. Y siento exactamente eso.


Lo deseaba, pero nunca soporté el dolor. Nunca me consideré masoquista, no lo disfruté. En ninguna de mis relaciones logré salvar ese escollo, lo pasaba mal, era estresante. Lo deseaba. 

Cuando llegué a Casa de Azrael, descubrí que el dolor en la Casa era intenso, más intenso de lo que jamás había tenido. No por sadismo, sino por autocontrol y entrega. ¿Cuántos azotes se pueden recibir en una hora de reloj con pala de madera, látigo o lo que Él desee? Sin parar. Nadie los cuenta.

Lo he pasado mal, muy, muy mal, tremendamente mal. No podía controlarme, quería disfrutarlo, necesitaba disfrutarlo, y a la vez necesitaba sufrirlo porque la disciplina sirve para moldear a la esclava, el dolor sirve para doblegarla. Podría definirlo como una necesidad terrorífica, y cada día me frustraba más, y cada día sufría más, y cada día lloraba más, y cada día tenía más ansiedad, y no quiero olvidarlo nunca. Y tuve miedo de que esto destruyera no sólo nuestra relación, sino a mi misma por frustrar todos mis deseos durante tantos y tantos años. 

Poco a poco, agarrada a mi Señor, fui entendiendo como hacer del dolor algo mio, algo que entregaba, borrando la idea de que a la esclava se le exije que sufra con el dolor y no que disfrute. Y en todo este proceso tengo que agradecerle a mi Señor, que no se doblegase Él, que no bajara la intensidad, ni me diera por perdida, aunque hubo momentos muy duros para los dos, muy duros para Él.

Ahora sé que todo esto que me ha costado tanto, con lo que he sufrido tanto, ha sido un aprendizaje, un aprendizaje vital. Se acabó la ansiedad, y creció el deseo. Ojalá me azotara cada día hasta arrancarme la piel. Si me llegan a decir hace meses..., hace años, que siempre que me azotara mi Señor iba a términar corriéndome sólo con los azotes, creería que eso era una estupidez. Pero así es, así ocurre. Y lo deseo profundamente. Y escalamos un abismo.

No es que no me entregara, es que no me rendía porque no sabía como. No me abandonaba. Creer que Él no me entendía me hacía llorar más, pero Él me estaba entrenando y sufriendo también. Ahora, tras los primeros azotes, comienzo a sentir relax, mi cuerpo no se disocia de mi mente, sino todo lo contrario, se unen más íntimamente. Esa sensación la pierdo en momentos, pero mi cuerpo y mi mente ya están entrenados, ellos solos vuelven y se unen, sin consciencia. Y me voy a un lugar donde estoy  tranquila, donde el dolor es  Suyo y es mio, y me gusta, y salgo y entro de ese estado, hasta que ya no salgo más, y estar ahí es mejor que un orgasmo, y aún así me corro, y mi Señor termina, y ahora si que lloro, porque quiero más, porque no quiero salir de ahí, porque Le Amo, porque me amo, porque Le necesito, porque en ese lugar siento una felicidad y un abandono que no puedo sentir en ningún otro lugar, ni bajo ninguna otra circunstancia. Y así Le complazco.