28/2/09

CASTIGO

LO ÚNICO QUE LIMITA EL CASTIGO ES LA FALTA DE PODER.
Penitencia, penalización, punición, sanción, correctivo, reprimenda, y castigos en todas sus variantes pudiendo consistir en torturas corporales, degradación y humillación, restricción o anulación de derechos para lograr la mortificación, suplicio, aflicción y pesadumbre necesaria que lleve a corregir la conducta indeseada para el Dominante.

Y, cierto es que en su expresión más simple se trata de una técnica de modificación de la conducta, pero el caso es que no es un "juego" tan simple, y las reacciones emocionales del castigo pueden ser especialmente graves si el castigo se administra de forma no contingente a la conducta del sumiso/a, y a su fortaleza física y psicológica, sino según el humor del castigador, de modo irracional, o dependiente de la estimulación sexual del Dominante.

Cierto es que está consentido en la relación Dominante - sumiso (es más, yo lo considero necesario) pero esa aceptación, como cualquier otra, no abre la vía libre a la irracionalidad, y menos cómo única norma de educación del sumis@. Los efectos del castigo aún consensuado pueden deparar en soledad, tristreza y abandono, paralizar la iniciativa, destruir la autoestima y la autonomía, provocar temor extremo, tensión constante, infelicidad, ansiedad, aburrimiento, anulación de la emotividad y predisposición al escape. Y, estos efectos por lo general pueden tener consecuencias para el Dominante, o volverse contra él, pues los sumis@s también tenemos nuestras válvulas de escape, y sino se hila muy fino, un día aparece la rabia y rencor, la transgresión sistemática de las normas, y posiblemente el abandono.

En mi experiencia personal, alguna vez me he visto sometida a extrema humillación verbal por algún valiente que tampoco se había parado a conocerme, y aseguro que en mi caso, la humillación irracional sin ahondar en mi mente se convierte en el siguiente pensamiento "¿pero quién se ha creído qué es este gilipollas?" y claro, borrón y cuenta nueva.
Bien, pues resulta que hace meses recibí en mi correo un relato basado en el castigo que me llamó la atención; y no porque tenga nada de extremo, sino porque de algún modo intuyo que este relato ejemplifica cómo un Dominante utiliza la excusa de la corrección para aplicar ciertos castigos, pero no veo más base en él que la mera excitación del Dominante. Para torturar o abusar de una sumisa, no hace falta buscar excusas; es más, el dolor y la humillación forma parte de ese entrenamiento y doma que olvidamos cuando queremos hacer las cosas rápidas. Este relato no sé a quien pertenece, desconozco su autoría, pues llegó bajo un nick anónimo y acompañado de unas fotos que sí pueden pertenecer a cualquiera de vosotras, y que evidentemente no verán la luz.

Hacía ya rato que sus piernas se habían dormido, no sabía cuanto tiempo llevaba en la posición de espera que le habían ordenado, arrodillada, con las piernas separadas, las manos apoyadas sobre éstas por encima de la rodillas, las palmas hacia arriba y los hombros echados hacia atrás, la mirada baja, únicamente cubierta por una bata de seda similar a un kimono y su hermoso collar. Había sido una mala semana, en el trabajo las reuniones para la absorción de la nueva compañía no estaban siendo todo lo fructíferas que se esperaba y esto hacía que el ambiente de trabajo fuera tenso y agotador. Su Señor la había notado ausente, distraída y poco complaciente. El había estado fuera toda esa semana y su único contacto había sido telefónico o a través de la red, sin embargo El había notado sus faltas, le había impuesto algunos castigos pero sabía que no habían surtido el efecto esperado.Hoy llegaba su Amo y esperaba obedientemente tal como le habían mandado, sabía que la sesión que le esperaba sería severa, pero la esperaba con ansia.Escuchó el sonido de las llaves en la cerradura, su corazón se aceleró, el Maestro querido llegaba, las pisadas resonaban sobre el parquet, notó su presencia en la sala e inmediatamente se postró hacia El con la frente tocando el suelo, los brazos estirados delante de la cabeza y las palmas de las manos apoyadas en el suelo. Los muslos le dolían horrores por el cambio de posición, pero todo se mitigó al notar Su mano acariciando su pelo, besó sus zapatos y permaneció a la espera.El ni siquiera había dicho una palabra y ella no sabía si esto era bueno o malo, luchaba por controlar su nerviosismo mientras le sentía moverse por distintos lugares de la casa, tal vez se estaba cambiando de ropa, el tiempo transcurría y su tensión aumentaba.Tu comportamiento esta semana ha distado mucho de ser el adecuado, ¿eres consciente de ello? Sus palabras eran tranquilas y sosegadas pero firmes y juiciosas, ella sabía que su Señor tenía razones para sentirse molesto con su conducta y estaba dispuesta a recibir el castigo adecuado para no volver a caer en esos errores.Señor, esta esclava se da cuenta de ello y lo lamenta, mi Amo, reconoce sus faltas y comprende que es merecedora del castigo que marquéis, mi Señor. Dijo sin despegar la frente del suelo.Así será. Fue su escueta respuesta.
Notó nuevamente la mano de su Amo sobre la nuca, el bello se le erizó ligeramente, acarició su espalda sobre la fina seda que la cubría… ella notaba mariposas en el estómago.Se colocó tras ella y levantó su bata dejando expuesto su culo, en ese instante ella experimentó esa sensación de vergüenza, placer y entrega que siempre le ocurría al comienzo de cada sesión.Su Dueño comprobaba que el plug que le había ordenado colocarse estaba en su sitio, lo sacó e introdujo repetidas veces controlando el nivel de dilatación existente. Ella sintió unos ligeros espasmos, todo comenzaba, estaba en sus manos y era feliz por ello.Dos dedos oradaron su sexo, con firmeza y decisión, al principio sintió la evidente incomodidad por la falta de lubricación, pero poco a poco ésta fue llegando y comenzó a disfrutar con las maniobras de su Señor. Un enérgico azote en su trasero fue como una descarga para ella, tras éste vinieron más, hasta quince, el calor que desprendían sus nalgas se había transmitido también a su cara. Le ordenó ponerse en pie, las manos en la nuca, la mirada al techo. Sintió la mano de su Amo presionando ligeramente el interior de su muslo e instintivamente abrió las piernas, un movimiento reflejo que ya había asimilado completamente. Hoy no habrá palabras, la sesión finalizará cuando yo lo designe. Sí mi Amo, así será. Contestó ella. Acarició sus hombros con ligereza y dulzura, sus manos recorrieron los costados y el vientre de la esclava. Colocado tras ella y durante un par de minutos apretó con sus dedos los pezones de ésta, ella cerró los ojos, apretó los dientes y recostó su cabeza sobre el hombro de su Amo mientras disfrutaba de este gozoso tormento.Tomó uno de sus pechos y estirándolo, colocó sobre éste una pinza de madera, luego otra, y otra… así hasta completar un círculo, como si de una margarita se tratase, por último una pinza aprisionó su pezón. Repitió esto en el otro seno, ella, mientras, soportaba el castigo subyugada y a la vez feliz de servir a su Señor. Con la fusta, marcó nuevamente las nalgas que ya habían perdido buena parte del color que los azotes habían generado. La fusta acaricia su vientre, su monte de Venus, para luego azotarlo y arrancarle un grito, fustiga el interior de sus muslos y su pubis, ella gime, chilla, pero no flaquea ni cierra sus piernas, se entrega a su Amo. El, acaricia su vientre y posa un ligero beso sobre uno de sus hombros… eso a ella la reconforta.Por unos instantes no sabe donde está, pero enseguida le siente a su lado, su Señor se inclina y estira uno de los labios de su sexo, una pinza metálica se apodera de él y de ella pende un peso, ella siente una punzada de dolor y gime quedamente. Otra pinza y otro peso para el otro de sus labios vaginales, el dolor aumenta, nota como su piel se estira… se le escapa un grito y baja su cabeza y hombros. El, levanta nuevamente su barbilla con la fusta y unos azotes con ésta en su culo hacen que vuelva a la posición exigida. Siente los pinchazos que se desplazan en uno de sus costados, sabe que su Amo recorre ahora su piel con un pinwheel, ella abre su boca pero se come su grito, le gusta saborear este agradable sufrimiento. Su Señor acaricia ahora el cuello de la esclava, también su espalda y su culo. Se siente arropada en esta travesía. El látigo de colas abrasa la piel de su espalda, ella chilla, los latigazos se centran ahora en sus pechos, arrancando las pinzas, lo que provoca un dolor más intenso aún. La última de las pinzas ha caído y ahora su Amo la abraza, le permite apoyar la frente en uno de sus hombros a la vez que le acaricia el pelo. Han sido unos segundos de sosiego, su piel hace ya algún tiempo que ha empezado a sudar y su cabello comienza a humedecerse. Un intenso dolor la embarga cuando le retiran las pinzas que estiraban sus labios vaginales pero unas caricias íntimas de la mano de su Dueño lo mitigan todo. Se siente excitada. La conduce hasta una silla de madera de respaldo muy alto, la coloca tras ésta y pone sus pechos por delante del respaldo, de tal manera que están expuestos y a la vez sujetos, la posición es incómoda para ella ya que está inclinada. Los azotes de la regla de madera sobre sus senos son intensos y dolorosos, nunca había experimentado este castigo, se siente desfallecer pero no quiere defraudar a su Señor, chilla con cada golpe y lágrimas arrollan por sus mejillas. Nuevamente el Amo la abraza, mitiga con sus caricias el sufrimiento reciente y le muestra con gestos que se siente orgulloso de su entereza, ella se siente alegre y complacida por sus atenciones. Se encuentra ahora frente a la mesa, le ordenan que separe las piernas y su amo recorre su espalda con la vara de bambú, ella ya sabe lo que viene a continuación. Los golpes azotan su culo, queman y pican, la hacen gritar, sudar, llorar, ella se somete, se entrega. Su Amo la invita a acariciarse, ella lleva sus dedos a su sexo, esta mojado, se masturba mientras su Señor la castiga con la vara, ella incrementa el ritmo de sus dedos, es una sensación increíble, goza, sufre, disfruta, llora, comienzan los espasmos en su interior, uno, dos. Basta, no te acaricies más. La sesión ha terminado, tienes permiso para ducharte e irte a la cama. Nada más. Un final abrupto, empapada en sudor, dolorida, al borde del orgasmo, pero alegre de haber satisfecho a su Amo.

2 comentarios:

thay zuster{CVB} dijo...

Hola, colega esclava ;)

Surfeando por allí, di con tu blog de pura casualidad y me llamó la atención tu visión sobre la esclavitud BDSM, que no es muy distinta de la que tengo, por lo que veo.

Esta entrada me llamó la atención y me parece que tratas un punto IMPORTANTISIMO, como lo es el castigo. Es gracioso ver tanta basura que predica que el castigo indiscriminado (donde incluso te mutilan tu safeword o no te respetan tus limites) es la unica manera de corregir a un sumiso o esclavo.

Yo pienso que primero, el sumiso/esclavo debe VALORAR Y ENTENDER la cualidad punitiva del castigo. Con eso, no hace falta idear castigos emocional o físicamente fuertes, porque incluso basta con saber el desagrado del Amo como para que no queden ganas de repetir la conducta. Lo sé, porque en algunas ocasiones he sido castigada por mi Dueña y el dolor que me da causarle desagrado o malestar es... diablos, no se lo deseo a nadie.

Excelente entrada, colega ;)

e{_Az_} dijo...

Es cierto que el mayor dolor, es el miedo a defraudarle, y eso es más duro que cualquier castigo. No obstante, no nos debemos tomar el castigo como algo tan traumático, sino como uno de los medios que utiliza el Am@ para corregirnos, y aprender a aceptarlo, que eso para mi es lo más dificil. Y es cierto, aunque no lo confesemos, que los castigos nos hacen sentir que se preocupan por nosotros disciplinándonos.
Besos :)