
Me volví ante el brutal sonido y allí estaba el Amo, había traspasado parte de la estructura lisa y metálica donde estaba cautiva. Bajé instintivamente la mirada..., atenazaba mi cabellos, erguía mi cabeza, noté su ácido escupitajo, a pesar de la insensibilidad de mi rostro, ardía... y comenzó a azotarme a un ritmo constante y perpetuo. Simplemente me concentré en el dolor, y en no temer más allá..., me porté bien, y desapareció la mordaza, y desapareció el Amo.
En el extremo opuesto de aquella inmensa caja metálica descubrí dos cuencos con agua y algo de alimento no identificado. Por unos instantes me sentí aliviada... pero por mucho esfuerzo que hiciera y tirara de mis cadenas hasta casi estrangularme no conseguía más que rozar el frío metal con mi aliento, y así me dí cuenta que debía renunciar a todo, a cualquier deseo, a cualquier necesidad, porque mi supervivencia sólo dependía de la voluntad del Amo, y cualquier anhelo sólo supondría dolor.
Allí estaba de nuevo, con una insolente sonrisa irónica, y acorralándome a salvajes bofetadas contra la helada pared metálica. Aturdida... liberó mis brazos para esposar mis muñecas fuertemente a dos argollas, muy por encima de mi cabeza. Inmediatamente dos pequeñas plataformas igualmente heladas sobresalieron de la pared a la altura de mis muslos. Me encadenó los tobillos a ellas, apenas podía reposar los dedos de los pies. Y, de esa monstruosa pared metálica salió un tercer resorte, una consolador igualmente metálico y helado que se me clavó de un sólo golpe... y allí permanecí empalada, encadenada y desfallecida, mientras a ratos se activaba algún perverso mecanismo dentro de esa polla que me obligaba a cabalgar sobre ella en contra de mi voluntad.
Un día... el Amo me quitó las cadenas, me colocó un cinturón de castidad igualmente metálico y frío y me expulsó del Planeta.
Nota: el cinturón de la imagen se puede adquirir en
http://www.latowski.de/latowskiFlash/sonar.htm
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